Estaba apoyada en la
barandilla del mirador exhausta mientras con
mucha paciencia recorría su
cuello, dudaba sobre si lo correcto hubiese sido
evitarlo o dejar que se
deslizase lenta y deliberadamente hasta su pecho.
Cada vez que la tocaba se pegaba
más y más a su cuerpo estremeciéndose más y más a cada momento. No era la
primera vez que sentía esto, casi siempre se encontraba desprevenida
imposibilitándole evitar la situación, ya vivida antes, el invierno pasado
también sintió su presencia pero aun así, ella sin saber cómo atajar ese
momento. Segundos después, la misma sensación en sus labios, pero esta vez más
rápido y más fuerte, con tanta fuerza que incluso se podría decir que le hacía
daño. Tuvo que retraerse y acabar con la situación.
La lluvia había empapado su
cara, sus manos y el frío calaba su cuerpo.
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